Por qué deberías estar haciendo un maratón de Rocky


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Han pasado 43 años desde el estreno de "Rocky", la primera película de una serie de ocho películas en las que corremos junto con Rocky Balboa, el legendario boxeador. Ahora que Netflix ha anunciado la inclusión en su catálogo de la saga completa, hemos decidido recordarnos por qué somos sus fans. 

Rocky (1976) nos enseña a mirar con aprecio todo lo que le sucede a Balboa a través de la serie de películas, a que aguantemos junto con él tantas narices rotas y entendamos sus comportamientos. Dejando de lado los halagos y premios que recibió por parte de la crítica, Rocky desde la primera secuencia nos deja claro que esta no es solo una película sobre boxeo y que estará cargada de un gran componente dramático. 

El personaje de Rocky Balboa se gana la vida como cobrador de un mafioso italiano, no podría decirse que matón pues no tiene el suficiente coraje como para ello. Vive en Filadelfia en un pequeño apartamento con su par de tortugas. Eventualmente entrena para no perder la figura y excusa su falta de éxito con el no tener combates por zurdo. Además, está enamorado de la tímida Adrian, hermana de su mejor amigo, Paul, a quien visita en la tienda de mascotas cada día. Su entrenador Mickey lo reprocha por no tener la voluntad suficiente para dedicarse al boxeo, y él mismo también se lo reprocha (no olvidemos la secuencia de él viendo su foto de niño en el espejo).

Cuando el campeón Apolo Creed escoge al Potro Italiano como contrincante resulta claro que es una oportunidad de oro para que Rocky se reponga y muestre de lo que está hecho. Es allí cuando empieza la efectiva representación por alcanzar el sueño americano, un hombre cualquiera con esmero puedo alcanzar sus sueños, entonces, golpeamos esas bolsas de carne con pasión e ilusión. 


Luego de pasar por ese icónico entrenamiento, cuando el Potro finalmente se enfrenta a Apolo, y asalto tras asalto Rocky resiste cada golpe, estamos esperando el momento en que la música nos anuncie que por fin Balboa lo logrará. Creemos que se lo merece, que nos lo merecemos, y por supuesto, no es sino hasta el último asalto que lo vemos recomponerse, golpear a Apolo y llamar a su amada. Pero no sucede, Rocky Balboa, el Potro Italiano, no gana la pelea. Y esto es justamente lo que más nos empatiza. Nos permite quererlo porque logra que nos identifiquemos con él, y se convierta en un personaje motivacional. Y es con la esperanza de que ahora sí pueda lograrlo que vemos segunda película, y luego la tercera, y así, sucesivamente, pese a las faltas cinematográficas que puede existir y las críticas que obtuvo, por ejemplo Rocky V. Si hemos llegad a ese punto, estaremos tan identificados con el personaje que no habrá marcha atrás.

No podemos olvidar a Rocky Balboa porque es un héroe humilde y su carácter se mantiene en sus búsquedas a lo largo de la saga. Sus películas procuran enseñarnos cosas. Desde la primera demostró porque lo importante no era vencer sino mantenerse de pie, soportar los golpes y lograr llegar hasta el último asalto. En Rocky III nos recuerda que ser un hombre de verdad va más allá de los músculos, como el buen héroe que es nuestro personaje, sabe que la hombría no está en no tener miedo, sino en saber vivir con él. Claro, no hay que olvidar la grande musicalización que tiene Rocky, que aun hoy suena en los gimnasios, en las clases de aeróbicos y hasta en las fiestas. 

Así que, si anda buscando inyectarle una dosis de motivación a sus días, más que los libros y las charlas vea Rocky, una maratón de Rocky. 

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